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Arteaga y Hurtado. Distribución del vector de la enfermedad de chagas triatoma dimidiata en poblaciones.
I. INTRODUCCIÓN
La enfermedad de Chagas es una afección
parasitaria endémica en 21 países de las Américas
y afecta a más de 7 millones de personas (González
et al., 2019), con mayor presencia en el cono sur
(Canals, 2016). Su agente causal es Trypanosoma
cruzi, un parásito intracelular, transmitido
principalmente por insectos de la familia Reduvidae.
En Ecuador, 3.8 millones de personas corren el riesgo
de ser infectadas con T. cruzi y 200.000 personas
actualmente padecen de esta enfermedad (Senescyt,
2015), con una prevalencia de infección del 1 al 4%
(Burnham et al., 2017).
Es una enfermedad transmitida por vector; es
decir, necesita de un organismo intermediario para
pasar al que le causará el padecimiento. El agente
que causa la enfermedad es un protozoario conocido
como Trypanosoma cruzi, el cual se transmite a
diversos vertebrados (incluido el hombre) por medio
de las chinches besuconas (“kissing bugs”), vinchucas
o en términos más técnicos, los triatominos (Trejo,
2018).
Una seroprevalencia nacional de infección por
Trypanosoma cruzi de 1,38%, correspondiente
a 165-170.000 pacientes seropositivos en el
país. Se priorizaron en tres regiones: la costera
(seroprevalencia de 1,99%), amazónica (1,75%) y las
tierras altas del sur (0,65%). La incidencia se estimó
en 36 casos / 100,000 habitantes / año, resultando
en 4.400, casos nuevos cada año (Abad y Aguilar,
2003).
El Trypanosoma cruzi ocasiona sobre el sistema
nervioso entérico una destrucción neuronal por
una denervación intramural parasimpática, lo que
produce trastornos de la motilidad gastrointestinal,
alteraciones del vaciado gástrico y del tránsito
intestinal. La afectación clínica se caracteriza por
la aparición de megasíndromes, pudiéndose afectar
todos los segmentos del tracto gastrointestinal
(González et al., 2019). Además de insuciencia
cardiaca frecuente (Pérez et al., 2017).
Un análisis en profundidad de los registros
completos del Ministerio de Salud Pública de
2004-2014, indica un total de 915 casos humanos
reportados en el país, con un aumento importante
a lo largo de los años, seguido de un aumento en
los últimos dos años (Quinde et al., 2016). De allí
la importancia de combatir este problema de salud
pública teniendo como punto de partida las medidas
de prevención y control de la enfermedad en cuestión
(Carvajal-Tapia, 2018).
Abad y Aguilar (2003) indican, que La Provincia
de Manabí, se encuentra clasicada como zona de Alto
Riesgo y se recomienda realizar intervenciones en
cuanto a investigación epidemiológica-entomológica,
control vectorial, establecimiento de un sistema
de vigilancia epidemiológica-entomológica e
investigación operativa para el desarrollo de nuevas
estrategias de control y vigilancia.
La literatura reporta que la enfermedad de Chagas
se trasmite por las heces de los insectos triatominos,
conocidos en el Ecuador como chinchorros, chinche
caballo o guaros. Schoeld y Gorla (2013) mencionan
que son insectos que “residen en nidos”, que ocupan
gran variedad de hábitat silvestres que típicamente
incluyen las madrigueras de mamíferos pequeños
o los nidos de aves pequeñas, madrigueras de
zarigüeya o de armadillo, o cuevas, árboles huecos
o piedras apiladas que pueden ser frecuentadas por
diversos vertebrados. Algunas especies también
han hecho la transición para ocupar “nidos”
articiales representados por refugios de animales
peridomésticos, como gallineros y corrales de cabras,
y algunos se han adaptado más para explotar los
nidos de mayor tamaño representados por las casas
de comunidades rurales.
En Latinoamérica, las casas rurales típicamente
están construidas de materiales locales —piedras,
palos, adobes, paja u hojas de palmera— que
físicamente ofrecen características similares a los
hábitat originales de triatominos silvestres, pero con
la ventaja de ofrecer un aporte más abundante de
sangre de vertebrado en la forma de los propietarios
de las casas y sus animales domésticos (Schoeld
y Gorla, 2013). Lo anterior enfatiza lo mencionado
por Martínez et al. (2015) cuando reeren acerca
de la transmisión vertical, que se relaciona con las
características de construcción de las viviendas y
de los lugares destinados a los animales (chiqueros,