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Villavicencio y López. Funcionamiento familiar y estrategias de afrontamiento de madres y padres.
los latinos por sus dinámicos valores familiares
y estrictos roles de género tienden a conar en el
afrontamiento religioso, el apoyo emocional y la
negación (Epstein-Ngo, et al., 2013). Umezawa et
al. (2012) destacaron que en esta cultura conaban
positivamente en la religión, de modo que la creencia
en el control divino está ligada al replanteamiento
positivo, la planicación y el afrontamiento activo.
Buscar apoyo social y emocional para los latinos es
un mecanismo muy importante para enfrentarse a la
discapacidad debido a su compromiso de mantener
fuertes lazos de parentesco, un concepto conocido
como familiaridad (Coll & García, 1995). No obstante,
en algunas investigaciones se ha encontrado que
en las familias de niños con discapacidad se da
una ausencia total o parcial de apoyo práctico y
emocional de familiares o amigos (Brown, 2012),
sea por la falta de conocimiento o malestar de
otros familiares o amigos para relacionarse con
los niños con discapacidad, por su apariencia o su
comportamiento, o por otras razones (geográca,
física, personal) (Schmidt, et al., 2017).
Además de las estrategias de afrontamiento que
los progenitores ponen en marcha ante el diagnóstico
de un hijo con discapacidad, esta también tiene
un impacto en el sistema familiar. En ciertas
familias, cuando se informa en edades tempranas,
el impacto psicológico para el sistema es menor
pues se asume con prontitud la realidad con una
respuesta proactiva (Fresnillo, 2014). Ya modelos
clásicos como el patrón doble ABCX (Lavee, et al.,
1985; McCubbin & Patterson, 1983) identicaban
dimensiones familiares, en este caso, la cohesión y la
adaptabilidad, como recursos para hacer frente a las
demandas producidas por situaciones de estrés. En
el estudio de Vera, et al. (2012), aplicado a padres de
niños con discapacidad, la adaptabilidad y la cohesión
familiar tenían relación con los ajustes. En algunas
familias, el infante es la alianza entre los cónyuges
para solventar las demandas del acontecimiento
(Sánchez, 2006). La pareja se fortalece y se revaloriza
la unión conyugal con el resto de la constelación
familiar (Acuña, et al., 2016). Explican Medellín, et
al. (2012) que la unión, comunicación, conanza, y
apoyo de los participantes de la estructura familiar
es necesaria para afrontar esta crisis. El apoyo de la
pareja es fundamental para hacer frente ecazmente
al estrés (Higgins, et al., 2005), y para sentirse
competente en la crianza de los hijos (Bristol, 1988).
Por el contrario, en otras familias, la presencia
de esta condición de vida es un factor estresor para
los padres y, a veces, fuente de conictos, y un
precipitante de la disolución conyugal. En algunos
hogares, provoca crisis en las relaciones de pareja,
violencia física y psicológica, especialmente con la
existencia de problemas previos (Pérez & Menéndez,
2014). El distanciamiento de la pareja surge cuando
el vínculo afectivo es más fuerte con el hijo y un
cónyuge se siente aislado, solo, sin reconocimiento
o abandonado (García & Bustos, 2015). En estos
casos se da una inadecuada distribución de las
responsabilidades, y haya o no un desequilibrio en
los roles, se puede percibir falta de comprensión o
conicto de intereses (Meirsschaut, et al., 2010). En
ocasiones, los conictos son evidentes mientras que
en otros son velados, con sentimientos negativos,
que van reservándose en el silencio, luego aparece
el resentimiento y el enfriamiento de la relación
(Terranova-Zapata, et al., 2014). Sin embargo, las
investigaciones no son concluyentes en relación a la
probabilidad de que la unión conyugal se disuelva o
continúe (Seligman & Darling, 2009).
Las madres que deben afrontar la discapacidad
intelectual de sus hijos sin una pareja han de hacer
frente a una doble realidad: la discapacidad del hijo
y el hecho de no contar con el apoyo de una pareja.
Así, las madres solas (solteras o sin pareja) con la
responsabilidad de un niño con síndrome de Down
eran más propensas a tener peor calidad de vida;
lo cual podría estar relacionado con las diversas
preocupaciones y demandas de atención de sus hijos,
lo que se suma a sus otras preocupaciones como
madres solteras (Geok, et al., 2013). Existe una baja
salud mental en la maternidad cuando se asume
en solitario (McConkey, et al., 2008) y el estrés es
más elevado (Norizan & Shamsuddin, 2010; Resch,
et al., 2010). Las cuidadoras solitarias dan énfasis
al afrontamiento cognitivo, y como resultado, sus
repertorios de afrontamiento se expanden y cambian
a maneras funcionales (Grant & Whittell, 2000).
Sin duda, la experiencia es emocionalmente difícil.
Persisten los juicios negativos en torno al discurso de
la maternidad y la discapacidad y algunas recurren
al aislamiento social (Safe, et al., 2012). Otras se