14
Volumen 7, Nº 13, diciembre 2023 - mayo 2024, pp. 13-20
Mazón Fierro et al. Trastornos de sueño y ansiedad.
INTRODUCCIÓN
La pandemia por COVID-19 declarada el
11 de marzo de 2020 por la Organización
Mundial de la Salud (OMS) llevó a que varios
países adopten medidas no farmacológicas
y combinadas, para contener y mitigar el
contagio en sus poblaciones, siendo una
de las medidas principales el aislamiento
social, de allí se derivaron innumerables
consecuencias que afectaron las condiciones
de salud física y mental en las personas,
según (1) estas condiciones de tensión
llevan a que las personas generen ansiedad e
insomnio, producto de las condiciones en las
cuales deben desenvolverse.
Además, la salud mental se vio afectada
por el confinamiento por la ansiedad, la
depresión y por ende pérdidas de la calidad
del sueño. La conmoción causada por el
aislamiento y las restricciones de circulación,
las dinámicas familiares fueron causas
de cambios emocionales que se hacen
necesarias evaluar. La cuarentena es un
aislamiento social que todos sufrimos, por
lo tanto, se debe comenzar a actuar desde
una perspectiva científica debido a que se
pueden presentar cambios en la salud de las
personas tanto por el confinamiento como
por el retorno progresivo a las actividades.
Estudios en epidemias anteriores han
revelado una profunda y amplia gama
de consecuencias psicosociales a nivel
individual y comunitario durante los brotes.
Son múltiples las alteraciones psicológicas
asociadas que van desde síntomas aislados
hasta trastornos complejos con un deterioro
marcado de la funcionalidad, tales como
insomnio, ansiedad, depresión y trastorno
por estrés postraumático (2).
El insomnio es uno de los trastornos que
afectan la calidad del sueño y se define
por la dificultad para conciliar el sueño o
permanecer dormido, así como la presencia
de despertar precoz o sueño no reparador,
se diagnostica como insomnio si existe la
problemática, mínimo 3 noches por semana
por un período de por lo menos 3 meses,
y que se asocie con la angustia o deterioro
del rendimiento durante el día, además
tardar 30 minutos o más en conciliar el
sueño y/o pasar en la cama despierto más
de ese tiempo después de haber conciliado
inicialmente el sueño, constituye el umbral
entre el sueño normal y el sueño anormal (3).
Según el insomnio presenta una prevalencia
del 10-15% de la población general mundial
y al menos el 95% de la población ha
experimentado insomnio vez en su vida.
El insomnio es usualmente de origen
multifactorial e individualizado para cada
persona y se lo ha correlacionado con
alteraciones del estado físico y mental, así
como con una reducción significativa en la
calidad de vida y con una pobre percepción
de salud (4). Distintas alteraciones médicas
se han asociado al insomnio: Síndromes
dolorosos (lumbalgia, fibromialgia),
demencia, infección por VIH, afección
pulmonar obstructiva crónica, asma, artritis,
enfermedad de Parkinson, Alzhéimer, Reflujo
gastroesofágico, nicturia, insuficiencia
cardiaca, enfermedad cerebrovascular,
síndrome de extremidades inquietas entre
otras (5).
A nivel cerebral, dormimos para compensar
deficiencias celulares diversas que ocurren
naturalmente por el desgaste al que nos
sometemos durante la vigilia (1). Este ciclo
de recuperación física y psicológica del ser
humano se ha visto alterado por el Covid-19,
ya que el uso sostenido de tecnologías
digitales para evitar el contagio (teletrabajo,
educación virtual, etc.), junto al temor ante el
contagio de se convierten en estresores que
afectan directamente la calidad del sueño en
la población.
Por otra parte, la ansiedad puede ser
explicada como una respuesta del organismo
con síntomas psíquicos y somáticos que se
produce ante una situación de peligro físico
o psíquico, y cuya finalidad es inyectar al
organismo de energía para responder al
peligro anulándolo o contrarrestándolo (6)
Se realizaron estudios que han comprobado
la relación que existe entre la pandemia
por COVID-19 y la ansiedad y cómo impacta