Volumen. 3, Nº 4, Junio – Noviembre 2019
Mora-Vallejo, et al. Infecciones del tracto urinario
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INTRODUCCIÓN
Los riñones del cuerpo humano (derecho e
izquierdo) son los principales órganos del
sistema urinario, cumpliendo funciones
conjuntas con las vías excretoras, el uréter,
la vejiga urinaria y la uretra. En condiciones
normales, este sistema urinario se encuentra
libre de microorganismos, ya que tiene unos
mecanismos de defensa innatos que evitan
la colonización de la vejiga, por lo cual se
encuentra habitualmente estéril (1 - 3).
Sin embrago, este tracto es frecuentemente
afectado por las infecciones de las vías
urinarias (IVU), que son un conjunto de
procesos patológicos asociados a una
respuesta inflamatoria de las células que
revisten el tracto urinario, como resultado
de la presencia y crecimiento de gérmenes
o microorganismos, generalmente por
bacterias que afectan la uretra y a la vejiga,
llegando a extenderse a los uréteres y riñones,
sobrepasando la capacidad de defensa del
individuo afectado (1, 4).
Esta patología afecta tanto a niños como
a adultos. En la mujer merece atención
particular ya que existe un factor de riesgo
anatómico, porque su uretra es de longitud
corta (~4cm), además está muy próxima
al ano y desembocadura debajo de los
labios menores, situación que propicia la
colonización por bacilos gran negativos y, por
tanto, el desarrollo de la IVU (2). Éstas a su
vez son más comunes durante el embarazo,
debido a que el tracto urinario sufre cambios
significativos que comienzan a finales del
primer trimestre y progresan a lo largo de toda
la gestación; ya que el pH sufre variaciones
y el útero se encuentra directamente en la
parte superior de la vejiga, a medida que el
útero y las venas ováricas crecen, el aumento
de su peso puede bloquear el drenaje de
la orina desde la vejiga, lo cual tienen un
profundo impacto en la adquisición de la
historia natural de la bacteriuria, causando la
infección que tiende a ser persistente y está
asocia con el desarrollo subsecuente de IVU
(4, 5).
En mujeres embarazadas, el tratamiento de la
IVU merece especial atención por los riesgos
perinatales que conlleva (5), y representan la
primera causa de consulta médica en mujeres
en edad reproductiva. Durante el embarazo
es la causa más frecuente de complicaciones
perinatales serias y es la tercera causa de
sepsis neonatal (6, 7). Un riesgo adicional es la
inmadurez fisiológica cuando la embarazada
es una adolescente, lo cual suma dígitos
al aumento de los índices de morbilidad
en la gestación, ya que se considera la IVU
como una entidad hospitalaria asociada
frecuentemente a variantes clínicas como la
bacteriuria asintomática, la cistouretritis y la
pielonefritis (8).
Esta situación se evidencia en los constantes
y recientes reportes de infecciones urinarias
como factor asociado a parto prematuro en
adolescentes embarazadas. En México, el
Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica
reportó que en 2010 las IVU ocuparon el
tercer sitio dentro de las principales causas de
morbilidad de este grupo vulnerable (9). Esta
situación representa un gran problema de
salud en los países en desarrollo, como Perú,
Colombia y otros países de Latino américa,
por lo que se debe contribuir en la solución
para mitigar las potenciales consecuencias de
esta condición; resulta entonces importante
el valorar categóricamente el posible
impacto sobre la madre y en el recién nacido
(10 - 12). Ecuador no escapa a esta realidad
y mantiene cifras en aumento de embarazo
precoz (13), según el INEC (Instituto
Nacional de Estadística y Censo), las IVU en
el embarazo se ubican en el noveno puesto
con relación a las diez principales causas de
morbi-mortalidad femenina, con una tasa del
14,3% (14).
Si las infecciones del tracto urinario no
se tratan, puede conducir a una infección
renal, que a su vez puede causar una
ruptura prematura de membrana, un parto
prematuro y el bajo peso del bebé al nacer.
No obstante, el tratamiento oportuno y
apropiado de una infección del tracto evitará