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EL CUIDADO DE QUIENES CUIDAN: MIEMBROS DE EQUIPOS DE ATENCIÓN DE VIOLENCIA FAMILIAR
Analía Verónica Losada
1
; Julieta Marmo
2
(Recibido en septiembre 2019, aceptado en noviembre 2019)
1
Psicopedagoga, Lic. y Dra. en Psicología. Es Esp. y Mg. en Metodología de la Investigación. Pos Doctora en Psicología y
Esp. en Psicología Clínica con Orientación en Docencia e Investigación; Universidad Católica Argentina,
https://orcid.org/0000-0003-0488-4651.
2
Psicóloga y Especialista en Niños y Adolescentes. Docente de la Universidad
Católica Argentina. Coordinadora de Posgrados y Doctorados de la Facultad de Psicología y Psicopedagogía de la UCA.
https://orcid.org/0000-0002-9861-3272
analia_losada@yahoo.com.ar; julietamarmo@yahoo.com.ar
Resumen: El presente trabajo tiene como objetivo analizar las variables psicológicas que intervienen en el ejercicio
profesional, en Miembros de Equipos de Atención de Violencia Familiar. Se desarrolla el concepto de Síndrome
de Burnout, el de traumatización vicaria y/o la movilización de propias experiencias de violencia en cuidadores
que cuidan. Determinados recursos y estrategias promueven un mejor autocuidado y ajuste emocional en dichos
profesionales. La metodología utilizada es de revisión sistemática y análisis crítico de estudios científicos actuales,
considerando reportes sólidos y confiables en salud mental. Finalmente se detallan propuestas de intervención de
cuidado saludable con la finalidad de prevenir posibles desajustes en el equipo.
Palabras Clave: Síndrome de Burnout; Autocuidado, Traumatización vicaria; Violencia familiar; salud mental,
cuidar a cuidadores.
CARING FOR CAREGIVERS: FAMILY VIOLENCE CARE TEAM MEMBERS
Abstract: The objective of the present work is to analyze the psychological variables that intervene in the professional
exercise, in Members of Family Violence Attention Teams. The concept of Burnout Syndrome is developed, that
of vicarious traumatization and / or the of mobilization of own experiences violence in caring caregivers. Certain
resources and strategies promote better self-care and emotional adjustment in these professionals. The methodology
used is a systematic review and critical analysis of current scientific studies, considering solid and reliable reports on
mental health. Finally, proposals for health care intervention are detailed in order to prevent possible imbalances in
the equipment.
Keyword: Burnout syndrome; Self-care, vicarious Traumatization; Domestic violence; mental health, caring for
caregivers.
REVISTA PSICOLOGÍA UNEMI
Volumen 4, N° 006, enero a junio 2020. pp. 8 - 19.
Analía Verónica Losada, el cuidado de quienes cuidan
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I. INTRODUCCIÓN
Los profesionales de la Salud Mental, en el campo
de la Psicología, se encuentran en lo cotidiano, con
numerosas historias acerca del sufrimiento humano,
ya sea en lo personal, vincular o institucional. Recorren
con su escucha e intervención relatos del orden de lo
traumático y angustiante. Especícamente, al tratar en
espacios o dispositivos de Violencia Familiar, las historias
suelen ser más crueles, despertando en ocasiones,
sentimientos de injusticia, desamparo, angustia, enojos,
agotamiento y hasta la propia actuación violenta. A
pesar de ello, los Equipos de asistencia, tienen la
responsabilidad de brindar una atención adecuada,
empática, cientíca y de calidad, respecto de cada caso
que llega a su servicio o institución (Ojeda, 2006). Se
considera, siguiendo a Puhl, Izcurdia, Oteyza y Escayol
(2016), que trabajar con esta problemática implica a su
vez, para un mejor desempeño profesional, estar atento
y desarrollar estrategias para un adecuado autocuidado.
Teniendo en cuenta el impacto del relato y seguimiento
de las historias recibidas, y las consecuencias posibles
que de ello se derivan, se trata en el presente estudio
de analizar las variables psicológicas que intervienen
en el ejercicio profesional, en Miembros de Equipos
de atención de Violencia Familiar. Se desarrolla el
concepto de Síndrome de Burnout, el de traumatización
vicaria y/o la movilización de propias experiencias de
violencia en cuidadores que cuidan y nalmente se
describen los recursos y estrategias que promueven
un mejor autocuidado y ajuste emocional en dichos
profesionales. La metodología utilizada es de revisión
sistemática y análisis crítico de estudios cientícos
actuales, considerando reportes sólidos y conables en
salud mental.
Desarrollo: Según la Organización Mundial de la
Salud, se dene la violencia como el “uso intencional
de la fuerza física, amenazas contra uno
mismo, otra persona, un grupo o una
comunidad que tiene como consecuencia o es
muy probable que tenga como consecuencia
un traumatismo, daños psicológicos,
problemas de desarrollo o la muerte”. La
violencia puede tomar diversas formas entre las que
se pueden mencionar la violencia física, psicológica,
sexual, económica y patrimonial, simbólica, así como se
podría clasicar según las formas en que se manieste
en los distintos ámbitos: doméstica, laboral, mediática,
contra la libertad reproductiva, obstétrica.
En lo que se reere a la violencia doméstica
(Ley 26485, 2009), se entiende por tal a aquella
“ejercida por un integrante del grupo familiar,
independientemente del espacio físico
donde ésta ocurra, que dañe la dignidad, el
bienestar, la integridad física, psicológica,
sexual, económica o patrimonial, la libertad,
comprendiendo la libertad reproductiva y el
derecho al pleno desarrollo de las mujeres.
Se entiende por grupo familiar el originado
en el parentesco sea por consanguinidad o
por anidad, el matrimonio, las uniones de
hecho y las parejas o noviazgos. Incluye las
relaciones vigentes o nalizadas, no siendo
requisito la convivencia”.
Las estadísticas de atención en temas de violencia
familiar en Equipos de intervención, van incrementando
año tras año. Así, en Argentina, por ejemplo, de acuerdo
a las publicaciones ociales de la Ocina de Violencia
Doméstica (OVD, 2018), se han realizado durante
el primer trimestre del año 2018, un total de 2581
prestaciones interdisciplinarias, las cuales, a su vez,
se han incrementado en 2019. Existe también en ese
país, un sistema para solicitar auxilio, a través de un
número telefónico (144), atendido por profesionales
especializados en el área. La implementación de
esta línea telefónica, responde a un alcance nacional
y gratuito (Ley 26.485). En este caso, los llamados
recibidos por la línea 144 remiten a solicitudes de ayuda
que evidencian situaciones de maltrato o violencia hacia
los/as niños/as y adolescentes en el ámbito familiar.
Desde su puesta en marcha en el año 2013, se responde
de manera integral e inmediata a las demandas, gracias
a su equipo de atención interdisciplinario que se
compone de profesionales del derecho, la psicología
y el trabajo social especializados en la temática de
género. Inicialmente el que solicita auxilio a través de
este medio es atendido por un psicólogo, el cual opera
a través de la “escucha activa”. Ello implica escuchar de
manera cuidadosa y asertiva (UNICEF, 2017).
Durante el período 2013 – 2015, los estudios realizados
por este sistema, registran un total de 60.534 llamados
Volumen 4, N° 006, enero a junio 2020. pp. 8 - 19.
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a la línea de los cuales más de 50 mil corresponden a
un primer contacto realizado con la línea. Del total de
llamados, el 2,9% (1.796) corresponde a casos en los
que la persona en situación de violencia es un niño, niña
o adolescente.
Siguiendo esta línea, en términos epidemiológicos, las
estadísticas de la Ocina de Violencia Doméstica (OVD,
2018), revelan que el 76 % de los casos afectados está
representado el género femenino y el 24 % restante,
por el género masculino. El grupo etario femenino más
amplio está dado entre los 22 y 39 años representando
el 34 % de las personas afectadas. El perl, en cuanto al
nivel de instrucción, se da de manera tal que la mayoría
no alcanza el nivel de formación secundaria: 34 % y
en su mayoría son personas con ocupación laboral -
profesional.
En cuanto a los denunciados, según la OVD (2018), más
del 70 % está dado por el género masculino, del cual el
63 % está dado entre los 22 y 49 años de edad. En
atención al tipo de vínculo, en su el 54 % de las personas
afectadas tienen una relación de tipo pareja con la
persona denunciada, novios, convivientes, cónyuges,
ex parejas, de los cuales, el 62 % corresponde, en esa
tendencia, a ex parejas. El vínculo es de tipo lial para
el 32 % de las personas afectadas. Un 9 % posee otro
tipo de vínculo con la persona denunciada. Los vínculos
fraternales y de otro familiar hasta un cuarto grado de
consanguinidad representan el 3 % cada uno. Resulta
de alto impacto la consideración que existe entre la
persona afectada y el denunciado, siendo entre alto y
altísimo el riesgo corrido en familiares de hasta 4º grado,
seguidos del tipo lial.
El 32 % de las situaciones de violencia familiar evaluadas
en la Ocina de Violencia Doméstica (2019) afectaron
a niñas, niños y adolescentes. Se trata de 4.828
personas, mayoritariamente menores de 10 años (67
%), según datos del año 2018. La violencia psicológica
estuvo presente en casi todas las denuncias (más del
93 %) seguida de la física (44 %), la simbólica (36 %),
la económica (27 %) y la ambiental (22 %). Entre las
víctimas de violencia sexual (10 %), ocho de cada diez
fueron niñas y adolescentes mujeres. Los principales
tipos de violencia que se registran se pueden clasicar
como: violencia psicológica, más del 91 % en todos
los rangos etarios, física, en los vínculos de pareja: 66
%, simbólica, 73 % en parejas y cerca del 40 % en las
demás relaciones, sexual 20 % en otros familiares hasta
4to grado de consanguinidad.
El primer estudio sobre la violencia doméstica realizado
por la Organización Mundial de la Salud (2005) pone
de maniesto que la ejercida por la pareja es la forma
de violencia más común en la vida de las mujeres. En
el estudio se describen las gravísimas consecuencias
para la salud y el bienestar de las mujeres que tiene en
todo el mundo la violencia física y sexual ejercida por el
marido o la pareja, y se expone el grado de ocultación
que sigue rodeando este tipo de violencia.
Durante el año 2018 (OVD, 2019), los equipos
interdisciplinarios de la OVD atendieron 11.623 casos,
lo que representa un aumento de 8% respecto del año
anterior. El año 2018 fue, de los últimos 5 años, el que
más cantidad de casos se atendió. Los fenómenos de
violencia familiar se constituyen como un problema
de salud pública dada su envergadura cuantitativa
y cualitativa que comprometen a la sociedad en su
conjunto (Bringiotti, 2005; Colombo, Ynoub, Viglizzo,
Veneranda, Iglesias y Stropparo, 2005; Losada, 2011;
Losada, 2012; Losada, 2015 y Losada y Porto, 2019) y
afectan especialmente a los profesionales que se hallan
en la trinchera de la detección y tratamiento de sus
causas y consecuencias.
Los objetivos están en relación al análisis de las las
variables psicológicas que intervienen en el ejercicio
profesional, en Miembros de Equipos de atención de
Violencia Familiar. Por otro lado, Postular afecciones,
síntomas, impacto en la salud y consecuencias en
profesionales que asisten a víctimas de violencia familiar.
Por último, eexponer pautas para la construcción de
un plan de autocuidado en integrantes de equipos de
atención de violencia familiar. En tal sentido, el presente
artículo tiene como objetivo general, reexionar acerca
de dichas afecciones, sus síntomas, el impacto en la
salud y sus consecuencias, desarrollando nalmente
pautas para la construcción de un plan de autocuidado
en integrantes de Equipos de atención de violencia
familiar. Se comenzará describiendo el Síndrome de
Burnout.
Analía Verónica Losada, el cuidado de quienes cuidan
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Es necesario considerar al equipo de trabajo y el
desgaste profesional. Todo este detalle fenomenológico
da cuenta del perl de personas que acuden a
los servicios y equipos de atención para casos de
violencia. De manera particular, los psicólogos que
brindan atención a víctimas de violencia familiar, se
convierten en depositarios de historias dolorosas,
crueles y desgarrantes. Cuando esto ocurre de manera
sostenida y a lo largo del tiempo, y en la medida en
que no se desarrollan estrategias de autocuidado y
acompañamiento institucional, dicho escenario de
relatos y hechos violentos, puede favorecer el desarrollo
del Síndrome de Burnout, la traumatización vicaria y/o la
movilización de sus propias experiencias de violencia.
El termino Burnout se utilizó inicialmente en relación al
efecto del uso y consumo problemático de sustancias.
Le es atribuido a Freudenberger la descripción que
realizó acerca del agotamiento profesional en los
trabajadores que se desempeñaban en ayudas técnicas.
Según Freudenberger se reemplazaba el carisma y el
compromiso social por cansancio, agotamiento, fatiga y
otros malestares anes. Según Llanos y Aron (2004), el
afectado percibe que sus esfuerzos no cumplieron su
cometido, que ha sido en vano su tarea y no se han
producido las recompensadas esperadas,
El síndrome de Burnout o también conocido como
síndrome de desgaste profesional, síndrome de
sobrecarga emocional, síndrome del quemado o
síndrome de fatiga en el trabajo fue declarado, en el año
2000, por la Organización Mundial de la Salud (OMS)
como un factor de riesgo laboral, debido a su capacidad
para afectar la calidad de vida, salud mental e incluso
hasta poner en riesgo la vida del individuo que lo sufre.
Su denición tal como se la expresa, no se encuentra
actualmente en los manuales diagnósticos: ni en el
DSM-V, ni en el CIE 10. Sin embargo, se la reconoce
como una forma inadecuada de afrontar el estrés
crónico, cuyos rasgos principales son el agotamiento
emocional, la despersonalización y la disminución
del desempeño personal (Morales Lachiner e Hidalgo
Murillo, 2015). Recientemente, la Organización Mundial
de la Salud incorporará esta nomenclatura, en la
Clasicación Internacional de Enfermedades (CIE), que
entrarán en vigencia en adelante a partir del 2022.
Para comprender este síndrome desde una perspectiva
psicosocial, Puhl, Izcurdia, Oteyza, y Escayol (2016)
proponen diversas variables del modelo. En este
sentido, desde el punto de vista cognitivo - apititudinal,
se asocia a la baja realización personal en el trabajo;
considerando las variables emocionales, remite de
manera directa al agotamiento emocional y considerando
variables actitudinales, puede llevar inclusive a la
despersonalización.
Cuando se hace referencia a que un profesional está
“quemado” se intenta reejar el hecho de que una
situación laboral, familiar y/o social le ha sobrepasado,
agotando su capacidad de reacción. Boada, Vallejo
y Agulló (2004) postulan la asociación directa entre
el burnout y las manifestaciones psicosomáticas
como consecuentes del clima organizacional y de la
motivación laboral.
Cantera, L. y Cantera, F. (2014) postulan que el síndrome
de agotamiento profesional surge como consecuencia
de la sobrecarga emocional de trabajo y se presenta
especialmente en aquellos profesionales que abordan
las problemáticas psicosociales y trabajan con violencia,
exponiéndose en una serie de síntomas y dicultades a
nivel personal, familiar y de relación en el interior de los
equipos.
En el mismo sentido la investigación de Ramírez
Pérez y Lee Maturana (2011) da cuenta que la
despersonalización es una de las variables asociadas al
síndrome de Burnout y se caracteriza por el desarrollo
de sentimientos, actitudes y respuestas negativas,
distantes y frías hacia otras personas, especialmente
hacia los beneciarios del propio trabajo.
A la vez un equipo de trabajo en salud da cuenta de un
grupo personas de diferentes disciplinas se unen para
atender a los pacientes. El estatus de equipo es dado por
la realización común de un trabajo llevado adelante con
objetivos claros, resultados medibles, sistemas clínicos
y administrativos, división del trabajo, capacitación de
todos los miembros del equipo y comunicación efectiva
(Grumbach y Bodenheimer, 2004).
Con respecto al autocuidado Santibáñez, María,
Lucero-Espinoza, Irribarra y Muller (2008) sostienen que
el modo en la cual el terapeuta ajuste sus necesidades
emocionales, se asocia con el éxito o el fracaso
terapéutico, siendo que el profesional perturbado
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emocionalmente puede paralizar la evolución de
su paciente e incitar cambios negativos o de pocos
benecios. De todos modos, Santibáñez María, Lucero,
Espinoza, Irribarra y Muller, (2008) postula que un cierto
nivel de conicto psicológico en el terapeuta resultaría
positivo para el progreso de la terapia, ya que se puede
empatizar y comprender en profundidad para nalmente
contactarse con el otro.
El desgaste y agotamiento profesional en equipos que
trabajan sobre la violencia familiar reeren a síntomas
que van más allá del cansancio físico que puede llevar
cualquier tarea laboral. Quienes lo padecen muestran
desmotivación en la tarea, irritabilidad, decaimiento
psicológico, sensación de vacío, deterioro del auto
concepto, visión negativa de sí mismo, de la vida y de
los demás, rigidización, aburrimiento, dicultad para
tomar decisiones, ausentismo laboral, sentimientos
de culpa, autoculpabilización y sentimientos de
omnipotencia (Llanos y Aron, 2004). Estos profesionales
pueden cerrarse o aislarse de los colegas, disminuir su
empatía y negarse al cambio y las nuevas formaciones
o a nuevos ingresos de miembros al equipo. Si esto
sucede debe realizarse un abordaje más amplio con
supervisiones externas y apoyo grupal e individual.
La contaminación temática implica el verse afectado por
el daño que ha tenido la violencia en los sujetos, siendo
que el trabajador del área no queda ileso sino cuenta
con la formación, recursos y sostén necesarios.
La primarización de los vínculos se caracterizaría en
estos equipos de trabajo como el otorgamiento de roles
y funciones inherentes a los grupos primarios. Frases
como “ustedes son como mi familia”, “paso más tiempo
con ustedes que con mi familia” “los veo más que a
mis hermanos” se conjugan con vivencias de colocar
al jefe, director o coordinador del equipo en roles de
madre o padre y posicionarse con pares en espacios
pseudocompatibles al subsistema fraterno, colocando
a la autoridad como padre que debe intervenir en un
conicto entre hermanos”. Los liderazgos tradicionales
paternalistas pueden tener este marco un terreno
propicio para desarrollarse.
Los equipos que abordan estas problemáticas
deben poseer formaciones variadas y dinámicas
interdisciplinarias, siendo que el “disciplinamiento” que
aporta cada profesión puede enriquecer la labor del
otro. Estos equipos parecen reeditar la conictiva con
la que trabajan, posicionándose en sintomatología afín
a la dicultad que asisten laboralmente, vivenciado todo
lo que les sucede como violencia.
La Traumatización vicaria, es un tipo de Traumatización
por impacto acumulativo que proviene de la práctica
profesional cotidiana en clínicos, terapeutas o todo
personal de ayuda que conocerá el suceso traumático
de la víctima primaria. Es decir, después de escuchar
varias veces el dolor y la violencia ejercida por los
otros y sumado a un fuerte deseo de ayudar, se puede
comenzar a interiorizar el dolor el cual se combinan
con algunas de sus propias experiencias traumáticas e
impacta en la propia salud mental del profesional.
La traumatización vicaria alude a la percepción de
todo es violencia” y se actúa en consecuencia
a ello, defendiéndose (Llanos y Aron, 2004) al estilo
de Don Quijote y los Molinos de Viento. A la vez la
Traumatización en Equipos representa a la reproducción
en equipos de dinámicas de corte violencia y rigidizando
en roles a miembros del grupo.
Llanos y Arón (2004) explicitan que, en el desgaste
profesional y el agotamiento profesional, la
sintomatología no es un problema de trastornos
individuales, sino que se trata de reacciones que exhiben
las personas que trabajan en contacto con temáticas de
violencia, aunque esto puede agravarse si se trata de
profesionales con condiciones psicológicas previas sin
tratamientos adecuados.
En el ejercicio profesional de la psicología se dan
elementos comunes con otras profesiones que
predisponen al estrés y al Burnout, tales como el exceso
de demanda (Farber y Heifetz, 1982; Forney, Wallace-
Schutsman y Wiggers, 1982), la rutina (Deutsch, 1985;
Will, 1979), la remuneración insuciente (Forney,
Wallace-Schutzman y Wiggers, 1982; Pereira, 1994,
Rao y Mehrotra, 1998) o la presión constante (London,
1977). Lo mismo ocurre con las consecuencias
habituales del estrés organizacional: agotamiento físico
y emocional (Forney, Wallace-Schutman y Wi ggers,
1982), irritabilidad y distanciamiento físico, absentismo,
o mental, falta de atención, sueño, aburrimiento. También
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como en otras profesiones, los psicólogos pueden tener
dicultades en sus relaciones laborales y sociales, tanto
con colegas como con amigos o familiares (Cray y Cray
1977; Farber y Heifetz, 1982; Deutsch, 1985; Carvalho,
1988), y puede suceder que los problemas y dicultades
en las relaciones les lleven muchas veces al aislamiento
social (Greben, 1975; London, 1977; Will, 1979; Farber
y Heifetz, 1982; Guy y Liaboe, 1986).
La investigación llevada adelante por Baró Jiménez,
Mariño Membribes y Ávalos González (2011) da
cuenta de la necesidad de los equipos de salud de
recibir capactiación especializada frente al agelo de
la violencia familiar. En su trabajo investigativo de corte
cualitativo en 20 profesionales de la salud miembros
de equipos de trabajo el 60 % mostró desconocimiento
con relación a qué tipo de atención brindar, curso a
seguir, existencia de metodología, y perfeccionamiento
en la atención, frente a casos de violencia doméstica.
La preparación de los equipos básicos de salud, sobre
violencia doméstica, es escasa en las dimensiones
cognitivas y procedimentales, siendo que esta falta de
capacitación temática arroja mayor riesgo de vivenciar
estrés luego del abordaje.
METODOLOGÍA
Se llevó un estudio de revisión sistemática en referencia
a la temática de estudio (Montero y León, 2011),
valiéndose como fuente de información primaria
libros, revistas cientícas y tesis. Como fuente de
información secundaría, se utilizaron diversas bases
de datos como Google Académico, Scielo, Ebsco y
Redalyc. Los términos y palabras clave empleados en
la búsqueda fueron Equipos de Salud, Estress laboral,
Violencia Familiar. En cuanto a los criterios de inclusión
y exclusión de los estudios, se consideró la información
que aportaban a las variables de estudio. Se incluyó
parámetros para aceptar o desechar los artículos y
demás fuentes de consulta.
Referente al autocuidado y cuidados de equipo de
trabajo, Ojeda (2006) sostiene que como pilar del
autocuidado en profesionales asistentes a sujetos que
atravesaron violencia familiar deben darse claridad
en las funciones y en las tareas para no aumentar la
carga de trabajo, ya que esto afecta tanto en el servicio
como en cuidado personal y profesional. Estos equipos
se componen por trabajadores designados para la
realización de una tarea de la que deben claramente
denirse objetivos, usualmente se trata de grupos
interdisciplinarios con responsabilidad compartida sobre
la tarea, según expresa Katzenbach (2000).
La ponderación, estudio y cuidado de las dinámicas del
interior de los equipos y las instituciones buscan sostener
equipos cohesionados en instituciones preocupadas y
sensibles al cuidado de sus trabajadores reduciendo el
impacto y el estrés (Antares Foundation, 2012; Mideplan,
2009; Filot, y Uriarte, 2008). Los profesionales deben
gestar un encuentro genuino y respetuoso con el otro,
fomentando participación y a la vez la mirada crítica
respecto al trabajo que se lleva adelante (Montero,
2006). El autocuidado de los equipos de trabajo genera
benecios en sí y también en la población asistida, (Rey,
Granese y Rodríguez, 2013).
La formación en competencias socioemocionales se
aprende y adquieren, siendo que estos equipos además
necesitan nutrirse de ellas por la gravedad de la tarea
que efectúan (Franco, 2013; Valz Gen, 2015). Debe
acompañarse de reforzamiento teórico, metodológico y
sostenimiento grupal (Kuras, & Resnizky, 2009).
El cuidado de los equipos de trabajo en profesionales
que asisten estas problemáticas debe colocarse en la
agenda institucional, conociendo del impacto que genera
en los miembros de los grupos de salud (Velázquez,
Rivera y Custodio, 2015; Thorne, Corveleyn, Pezo del
Pino, Velázquez y Valdez, 2011; Velázquez, Cueto,
Rivera y Morote, 2011; y Rodríguez, 2009).
Oliveira, Queirós y Guerra (2007) proponen espacios
de cuidado con el desarrollo de tareas que posibiliten la
reexión del quehacer diario, analizando el signicado
de situaciones complejas tanto a nivel personal como
social, generando una relación de inuencia mutua a
partir de las relaciones de empatía.
La supervisión, la terapia personal, la resiliencia y el
realizar actividades motivadoras por fuera de la actividad
laboral son algunas de las vertientes saludables y
reparadoras del tejido dañado o en riesgo de estarlo.
Llanos y Aron (2004) sugieren: Visualizarse a si como
profesionales de riesgo, desarrollar factores protectores,
formación profesional, trabajar sobre las normativas
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instituciones y la psicología institucional, compartir las
responsabilidades profesionales en los casos de riesgo
y vivenciar la riqueza y aporte interdisciplinar.
Si este contacto con el sufrimiento humano se presenta
de manera continua y cotidiana, pueden generar el
desarrollo sea del síndrome de burnout, traumatización
vicaria y/o la movilización de sus propias experiencias
de violencia. De esta forma, su salud integral sufriría
serias repercusiones, así como otras implicancias
desfavorables en su desempeño laboral y en sus
relaciones interpersonales en general. En este contexto,
la incorporación de la práctica del autocuidado surge
como una necesidad prioritaria para preservar la
salud y bienestar general de los/las prestatarios/as y,
paralelamente, para salvaguardar que las víctimas/
sobrevivientes de violencia sexual y otras violencias que
requieren ayuda y acuden a sus servicios, reciban una
atención efectiva y de calidad.
A los nes de consolidar el autocuidado profesional
deben incluirse estrategias tales como el diagnóstico
participativo, la evaluación participativa y el cuidado de
los equipos (Rivera, 2007).
RESULTADOS
A partir de los objetivos inicialmente propuestos
y el análisis realizado, los resultados indican que
los Miembros de Equipos de Trabajos, vinculados
a situaciones de Violencia Familiar, se pueden
ver afectados por el Síndrome de Burnout, el de
traumatización vicaria y/o la movilización de propias
experiencias de violencia en cuidadores que cuidan.
La descripción epidemiológica revela datos de alto
impacto, aumentando anualmente las cifras en temas
de violencia familiar. La violencia psicológica, seguida
de la física exponen las tasas más altas, generalmente
ejercidas sobre mujeres y niños, por parte de un
adulto, que, en distintos sentidos, ejerce su poder de
manera insalubre. En atención a ello, y considerando
especialmente que el tipo de violencia familiar es en
la región occidental, de las más frecuentes, es que se
requiere mayor atención profesional. En ese sentido,
se constituyen como un problema de salud pública
regional y nacional, así como en distintos contextos
internacionales.
El desajuste dado entre las demandas que implican
al profesional poner en marcha sus competencias
y habilidades, y las situaciones de estrés a las que
se ve cotidianamente sometido, pueden afectarlos
profesionalmente, deteriorando en ese caso, su
calidad de atención. Como lo plantean Puhl, Izcurdia,
Oteyza y Escayol (2019), se trata de una reacción
a la tensión emocional crónica creada por contacto
persistente y continuo con personas que atraviesan
crisis endogámicas que son motivo de sufrimiento. Son
claros los indicadores resultantes de las problemáticas a
las que el trabajador de la Salud Mental se ve expuesto
en este campo.
En este caso, se han analizado las variables
psicológicas que intervienen en el ejercicio profesional,
en Miembros de Equipos de atención de Violencia
Familiar, dando respuesta al objetivo inicial de la
investigación. Se ha estudiado al Síndrome de Burnout,
como un padecimiento que el profesional vivencia en el
desarrollo de su trabajo, producto del estrés, desgaste y
agotamiento experimentado, que lo lleva habitualmente
a tener síntomas como fatiga crónica, inecacia, pérdida
de atención y que en su formas complejas y más graves,
podría implicar situaciones de abandono de la profesión
y a padecer trastornos psicológicos graves.
Por otra parte, se ha analizado el concepto e
implicancias de la Traumatización Vicaria, entendiendo
por tal a la aparición de síntomas relacionados con
estrés postraumático en quienes asisten a personas
afectadas por una experiencia traumática, como en el
caso de la violencia intrafamiliar. Se genera entonces
una exposición, cuya duración varía en cada caso, a los
traumatismos de la otra persona. A ello se le suma la
conexión empática del trabajador hacia esta persona
y con sus propias experiencias dolorosas aún no
integradas en su vida, pudiendo desarrollar síntomas
similares al del trastorno por estrés post traumático
(pesadillas, sueños y recuerdos recurrentes e intrusos,
temores, angustia, malestar psicológico y/o físico).
Finalmente se aborda la movilización de las propias
experiencias de violencia. Con ello se hace referencia al
riesgo de revivir o activar las propias vulnerabilidades,
sufrimientos, temores, culpas, frustraciones, tristezas,
impotencia, enojos referidos a eventos violentos.
Analía Verónica Losada, el cuidado de quienes cuidan
15
Cualquiera de sus formas puede ser presentada en
un contínuum, experimentándose en distintos grados.
Resulta más grave cuanto menos reconocida sea por
los Equipos en los que se trabaja. Es por ello que, dando
respuesta al último objetivo, se abordan estrategias
propuestas por diversos investigadores, acerca del
autocuidado en integrantes de Equipos de atención de
violencia familiar. Se entiende por tal a aquella práctica
que involucra actividades cotidianas, en las que toda
persona debe trabajar para tener un desarrollo armónico
y equilibrado, primando en este sentido, la promoción
de la salud. Siguiendo esta línea, se han desarrollado
planes y recursos para un mejor abordaje, siendo
que, cuanto más cuidado y monitoreados estén los
cuidadores, mejor podrán desarrollar sus actividades
profesionales, mejorando circularmente su calidad de
vida, la del que solicita ayuda y la de la institución de la
que forman parte.
DISCUSIÓN
La familia es conjunto organizado de personas en
interacciones permanentes, dinámica funcional,
conectadas entre sí, plasticidad, reglas y límites
que se sostienen en un intercambio interno y con el
exterior (Losada y Marmo, 2017). Los profesionales
avezados en los procesos de violencia familiar pueden
dar cuenta de que estos grupos familiares presentan
organizaciones diferentes o desorganizaciones,
dinámica funcional o disfuncionalidades,
conectadas entre sí o desconectadas,
reglas y limites, carencia de reglas y límites,
intercambio interno y con el exterior, rigidez
en la relación interna y con el exterior,
ausencia de plasticidad. Los patrones rígidos y
repetitivos se constituyen como prototípicos en familias
de transacción violenta., con fuertes intenciones de
dominio, superioridad y descalicación del otro miembro,
prevaleciendo dinámicas de ambigüedad y confusión.
La Violencia Familiar afecta a los miembros del grupo
primario, a quienes intervienen en su diagnóstico y en el
tratamiento y a la sociedad en general. Los daños que
produce son incuanticables.
Quintana (2005) aporta que el desarrollo de políticas
públicas acerca de las problemáticas de riesgo puede
disminuir las dicultades de los grupos que trabajan
en ello, ya que sentirían respaldo y contarían con los
recursos necesarios para llevar adelante la superación
de la crisis. Siendo de vital importancia la presencia y
actuación del Estado en la protección a las víctimas
de violencia de género. Adecuar la ley y hacer que
ésta se cumpla en un marco de Justicia ineludible,
donde las personas se sientan amparadas, como así
también brindar espacios de contención al nivel de las
necesidades de las personas que lo requieran.
La capacitación multiplica los recursos, renueva la
creatividad y la esperanza en la labor que se halla a
cabo, sugiriéndose la formación permanente. En la
misma línea participar en proyectos de investigación
puede dar cuenta cuales son los tratamientos ecaces,
la epidemiología del fenómeno y nuevos elementos
diagnósticos. A la vez, se estima que no debe perderse
de vista que la familia es el terreno fértil donde se
desarrolla la violencia doméstica y por tanto fortalecer,
acompañar y promover la salud familiar se constituye
como parte de la solución.
La Resiliencia se constituye como salida saludable si el
hecho o el daño ya se presentó. La Resiliencia alude a
la capacidad de salir airoso y aun fortalecido luego de
haber atravesado un conicto. Losada y Latour (2013)
postulan que la resiliencia puede ser suscitada en
cualquier etapa del ciclo vital y en todos los individuos,
familias y sociedades y puede convertirse en una
herramienta válida para superar la vulnerabilidad frente
a la adversidad. Y que la aplicación clínica y social del
concepto de resiliencia debe contemplar el estudio de
las fortalezas presentes en la calidad de vida, el análisis
de las fortalezas provenientes de los recursos sociales
y sucesos de vida positivos y las fortalezas derivadas
de las respuestas de afrontamiento. ¿Qué puede
capitalizarse luego de haber atravesado o asistido a
miembros de un grupo con fenómenos de violencia
familiar? ¿Cómo puede aprender y aprenderse de la
crisis? Las construcciones del individuo se basan y se
basan y se nutren de construcciones el medio con el
reconocimiento y la aceptación. Las familias necesitan
de redes de apoyo y sostén, valiéndose de la resiliencia
como recurso humano y terapéutico. Y los profesionales
que abordan el tema, también.
A la vez el cuidado de los integrantes de los equipos
de atención a quienes padecen fenomenos de violencia
familiar debiera ser un tema en cartelera, por su
Volumen 4, N° 006, enero a junio 2020. pp. 8 - 19.
16
relevancia y contaminación personal y profesional.
El profesional debe cuidar de sí mismo, realizando
conductas que tienen por nalidad la propia persona,
que van en la línea del autoconocimiento y de procesos
cognitivos relacionados con pensar en uno mismo que
posibiliten luego realizar acciones propiciadoras de la
salud mental, ligado a las vivencias de experiencias de
bienestar y satisfacción, obtenidas y gestadas mediante
comportamientos enmarcados en la salud mental
y la salud en general (Fierro, 2000). Los miembros
del equipo que cuenten con niveles adecuados de
bienestar propician su salud mental y esto repercute de
modo directo en el desempeño que presente con sus
consultantes y asistidos (Rodríguez y Arias, 2018).
Por tanto, el cuidar a quienes cuidan a sujetos con
violencia familiar posibilita la prevención de situaciones
de agotamiento profesional y a la vez responde a los
fundamentos éticos y políticos necesarios para la salud
comunitaria (Winkler, 2007). Además de voluntades
de los miembros de los equipos deben gestionarse
acciones, políticas anes y programas capaces de
integrar y coordinar las acciones en marcha (Ynoub,
1998).
CONCLUSIONES
La atención de personas que padecen violencia familiar,
interpela a las instituciones y a la sociedad en general,
a desarrollar estrategias de atención cada vez mayores,
ya sea en términos cuantitativos (dado que aumenta
sistemáticamente la demanda de prestaciones) así
como en términos cualitativos (que hacen referencia a la
calidad de intervención psicológica e interdisciplinaria).
El contacto frecuente con la escucha de situaciones
traumáticas, angustiantes y agresivas, puede afectar
individual y colectivamente a los Profesionales de
Equipos que trabajan tal problemática. La alteración
puede tomar distintos modos e intensidades,
desarrollándose de manera lenta y continua hasta
tomar dimensiones más claras y denidas. En este
sentido, se desarrollan los conceptos implicados en
el primer objetivo, y que resultan como consecuencia
del estrés en el ámbito laboral y en el profesional
especializado. Es decir, se analiza el Síndrome de
Burnout, el de traumatización vicaria y/o la movilización
de propias experiencias de violencia en cuidadores que
cuidan. En todos estos casos, se suele asociar al estrés
como un importante factor de riesgo sobre el desgaste
profesional, que impacta al bienestar y calidad de vida
profesional, lo que hace que su rendimiento laboral se
vea afectado. Las fuentes de desgaste pueden tener su
origen externo (falta de recursos, décits institucionales,
u otras tensiones procedentes del medio u externas
al profesional) o interno (miedo a revivir situaciones
traumáticas del pasado, vivenciar agresión u otras
tensiones propias del psicólogo).
Se entiende al Síndrome de Burnout como un desajuste
producto del agotamiento, que paradójicamente se
da en aquel cuidador que cuida, se identica en
este sentido como, “el precio de ayudar a los
demás”. Se describe la traumatización vicaria del
terapeuta como aquellos casos en que se absorbe, de
manera inconsciente, la sintomatología y sufrimientos
de la víctima y los reproduce en su propia persona,
convirtiéndose en cierto modo en una víctima indirecta.
La principal diferencia entre ambos es que, en el Burnout,
se desarrolla el desgaste hasta el punto de alcanzar un
agotamiento emocional; mientras que la traumatización
vicaria el profesional mantiene en todo momento con la
víctima una actitud de asistencia absoluta, lo cual hace
pueda sentirse confuso ya que se va identicado con los
sentimientos de la víctima. Finalmente, la identicación
puede llevar a formas menos discriminadas, en que el
profesional ponga en juego su propio actuar violento, ya
sea de manera directa o indirecta en su ámbito laboral
y/o personal. De esta manera, dando respuesta al
segundo objetivo, se han desarrollado las afecciones
junto a sus síntomas, su impacto en la salud y las
consecuencias en profesionales que asisten a víctimas
de violencia familiar.
Se encontraron en el análisis sistemático, pautas para
la construcción de un plan de autocuidado en dichos
Equipos, lo cual, a través de un grupo de estrategias
de planicación - monitoreo y psico-educación,
responden a principios de prevención, tratando con ello
de minimizar los variables de riesgo y potenciando los
factores protectores individuales y socio-institucionales.
Para ello, es fundamental reconocer las fuentes de
desgaste, abordarlas y mejorar la calidad de vida
profesional, personal, del Equipo y de la Institución, lo
cual, en todos los sentidos, impactará favorablemente
en la calidad de atención brindada. Finalmente,
Analía Verónica Losada, el cuidado de quienes cuidan
17
considerar el desarrollo de políticas públicas en salud,
acerca de las problemáticas de riesgo, puede disminuir
las dicultades de los grupos que trabajan en ello.
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