Volumen 2, N° 2, enero a junio 2018. pp. 14 - 22.
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los hogares, contribuyen a desencadenar una espiral
de conductas inadecuadas dentro de los salones de
clases, (Villamar y Moreno, 2011).
En la Institución Educativa Fiscal de Educación
General Básica Judith Acuña de Robles, la cual está
ubicada en un sector con altos índices de migración,
como lo es la Parroquia Roberto Astudillo, Guayas-
Ecuador, son cotidianos los llamados de atención
a los estudiantes y derivaciones al DECE, los niños
que son derivados a dicho departamento tienen como
constante psicológica, el llamar la atención de las
demás personas, haciéndolo a través de su conducta
agresiva, ya que 7 de cada 10 casos tratados
diariamente en la institución educativa son de carácter
conductual, siendo estos problemas de conductas
desadaptadas y de violencia entre pares, dentro del
seguimiento la constante es, que los niños provienen
de hogares disfuncionales en los cuales existen
problemas de violencia intrafamiliar y de familia
migrantes. Las relaciones en el aula son complejas.
La elaboración del conocimiento, la formación en los
valores y el desarrollo de los sentimientos se aprenden
en la convivencia diaria entre el estudiante y el docente,
el niño (a), los compañeros (as), el hijo (a) y los padres
en el hogar. Como lo indica Cabezas en un estudio
educativo (2011). La labor conjunta en la que tanto
padres, docentes y otras guras de autoridad, deben
asumir la responsabilidad de mejorar las relaciones de
los estudiantes, dentro de los salones de clases.
Cabe recalcar que las conductas desadaptadas en
la infancia, suelen ser indicadores de carencia de
vínculos afectivos seguros y estables y la satisfacción
de las necesidades emocionales básicas del niño,
(Arruabarrena, 2011). Por dicha razón, se debe tener
en cuenta de que estas conductas en niños en etapas
escolares, deben ser consideradas como potenciales
predictores de problemas psicosociales a futuro.
Dentro de las conductas desadaptadas se puede
encontrar conductas agresivas, impulsividad, entre
otras, que puede reejar tristeza, estados depresivos,
tendencia a aislarse de los demás o de intentar ser el
centro de atención, sin importar que dicha atención sea
referida por problemas de conducta o bajo rendimiento
escolar. Esto hace que sea necesario que la atención
psicológica sea integral, (Lira, 2011).
La personalidad de los niños y niñas se forma
mediante la inuencia prioritaria del clima socio
familiar en el que se encuentran, es así que la
interacción con los padres es fundamental al momento
de interactuar socialmente, (Valencia y Henao, 2012).
Cabe recalcar que existen hogares monoparentales,
debido a los índices migratorios, donde el cuidado y
crianza de los niños y niñas se ve complicado por la
ausencia de una gura, ya sea esta del padre o de la
madre, esto suele considerarse como indicadores de
conductas desadaptadas, debido a que la constitución
psicosocial del niño o niña, no recibe la inuencia
biparental adecuada, (Alcalde y Pávez, 2013).
Cuando la gura parental durante la crianza del niño
o niña, es de carácter nula, los patrones de crianza
son determinados por criadores, como abuelos, tíos,
hermanos mayores, entre otros, las manifestaciones
de conductas desadaptadas se magnican, esto en
gran medida por la falta de autoridad ejercida por los
cuidadores, (García, Vega, y C, 2013). El abandono
parental tiene diversos y variados factores de origen,
como migración, divorcios, orfandad, entre otros.
Cuando la migración aparece en la familia, esta empieza
a contribuir a la ruptura del tejido social, los migrantes
en su afán de adaptarse a las costumbres del país de
acogida, disminuyen el tiempo de comunicación con
sus familiares en sus países de origen, (Ariza, 2014).
Esto da paso al distanciamiento afectivo e incide
en la percepción que sus familiares tendrán acerca
del migrante como tal, lo que contribuye de manera
paulatina a la ruptura comunicacional, el mismo que
afecta directamente en las conductas psicosociales,
(Pirras, 2016).
Los riesgos psicosociales como el consumo de
sustancias, conductas antisociales o aparición de
problemas mentales, se acrecientan en gran medida,
si en la etapa infantil el niño o niña no encuentra
modelos parentales que aporten positivamente en la
formación de su personalidad, (Pedrero, 2016). Es
por esta razón que la etapa de la infancia es la que
marca en gran medida en el desarrollo psicosocial y
afectivo de los infantes, aportando positivamente en el
fortalecimiento de la salud mental a futuro, previniendo
así la aparición de conductas que conlleven a una
inadaptabilidad social y mental, (Gorodisch, y otros,
2016). En la etapa infantil y la entrada a la etapa
pre-adolescentes, los modelos parentales serán
esenciales en el desarrollo emocional, (Cervantes y
Gonzáles, 2017).